A I R L I A

lunes, 11 de junio de 2007
[ Índigo ]
Índigo se estaba muriendo. Apagó su último cigarro y arrojó al fuego su último atado, pues ya no le quedaba cuerpo que destruir. Dejó correr su última copa de vino por el desagüe y rompió su última botella, pues ya no había tristeza en él que requiriera desahogarse en alcohol. Tomó sus dos posesiones mas importantes. A la primera, una arrugada y resquebrajada flor de papel que su primera hija le había hecho como primer regalo en su cumpleaños numero treinta, la buscó en su libro favorito, la acomodó con cuidado, y la puso en una pequeña bolsa de papel blanco. Su segunda posesion importante ya estaba alli; se trataba de una bala ya gastada y oxidada por los años. Fue la primera bala que su cuñado le disparó; la primera vez que intentó matarlo. "Para que algo sea importante, no necesariamente debe ser algo bueno. Lo unico que distingue un objeto significativo del resto banal, es que este fue el inicio de ALGO", pensaba mientras observaba los antedichos elementos, tan adorados por él. La bolsa la enterró en la pequeña porción de tierra del jardín compartido de la pensión, y escupió el suelo a modo de despedida. Con una sonrisa, volvió a su habitación, se dispuso a abanicar el fuego, y cuando logró una llama abundante, colocó en ella con mucho cuidado, una a una, todas sus pertenencias. Comenzando por los libros. Luego las postales y cartas. Le siguieron los zapatos de goma, que largaron un humo verdoso y maloliente apenas hubieron tocado la lumbre. Asi se consumieron finalmente todos sus pobres bártulos. Solo quedaba en la habitación, luego de 5 horas de quema intensiva, la cama, el ropero, una foto de un perro negro, la ropa que tenía puesta, que especialmente había elegido como la que en mejores condiciones se encontraba, y, aparentemente, él.
Se miró al espejo por última vez. Dijo su nombre en voz alta: "Índigo". Suspiró. Sonrió. Besó la foto del único ser al que realmente había amado en vida. La abrazó contra su pecho. Se recostó en la cama, y se durmió para no despertar. Finalmente, felizmente.

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domingo, 3 de junio de 2007
Oy y Le
Con sensible promiscuidad se entrelazaban sus aconteceres.
Algunos, los mas intensos, habitaban noches eternas,
ambos florete en mano, escudriniando con su roma punta
los detonadores restos de demencia, irónicos, ambiguos,
y los enceguecedores ardores del deseo, restringidos, vanos.
Otro tanto estaba expresado bajo un desgastado vínculo,
insatisfecho en si mismo, que los parapetaba al vacio;
caían mirándose obsesivamente, y se estrechaban en sueños.
Finalmente, la mas extensa porción temporal, destinaba su curso
al universo de las liliputienses expresiones larvadas y subyacentes
que acudían fielmente a sus necesidades vehementes, abstractas,
los amainaba, los enardecía, los completaba, los embestía,
los destapaba, los bendecía, los acurrucaba, los enclarecía,
los alienaba, los unía, los conectaba, los satisfacía.

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Tendencias: PLEAMAR. Nada ansío de nada, mientras dura el instante de eternidad que es todo, cuando no quiero nada.
Oliverio Girondo
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