A I R L I A

sábado, 5 de abril de 2008
meterfuera
No tengo nada que decir, al alba mueren diez pájaros carnivoros, y con ellos mis falanges cansadas de saludar desde lejos.
Hace varios años que crecer dejó de ser lo mismo; hoy las páginas destiñen de poemas aburridos y dibujos de manos hastiadas, la mente duele de no pensar.
Quise que hubiera más penas irremediables, más corazones rotos, para que la teoría del artista que sufre solventara la falta de inspiración.. pero eso me hacía preguntar: Quiere decir entonces que esto es la felicidad?
Decidí que se necesitaba más que dolor en el alma para explotar en expresión.
Asi que me encerré en una gran metáfora para sentirme poeta..
Fue escrita con tinta invisible, en papel de arroz, y la colgué detrás de la puerta de tu garage, con una de esas chinches de colores que nunca sostienen nada ..
Llegaste dos horas tarde de lo previsto, asi que leiste mi metáfora en el momento en que yo navegaba en el mar absurdo del subconciente, y por alguna razón no tuviste el valor de despertarme.
El café de la mañana siguiente tenía el sabor de tus ojos mirando la angustia de poeta frustrada que reposaba junto a tu panel de herramientas. ¡Qué jodidos son ustedes los artistas!, me decías, y yo asentía con una sonrisa idiota porque nunca se me dió confesar que de chica soñaba con ser médica, y que de grande perdí la paciencia que se requiere para salvar vidas. Definitivamente ni los médicos ni los artistas podrían llamarme jamás a sus filas: tengo las manos torpes y mis dedos se amoldan perfectamente a un martillo, pero ni la pluma ni el pincel, y mucho menos el delicado bisturí, podrían hacer sino estragos estando bajo mi poder. Yo masticaba tostadas de chinche de colores, y vos hacías como que te habías perdido una parte de la historia, porque no te gusta hablar si no te preguntan. El día transcurrió como de costumbre.
Entonces años después recuerdo la metáfora y ya no existen ni el arte ni tus herramientas. Me convertí en una gran bola de aire denso, con las articulaciones podridas y los ojos enterrados en las cuencas. Ya no escribo en papel de arroz, ni quiero creerme algo que no soy. Mi estómago quedó sensible de mis épocas de jugar a la doctora y ver a mis osos de peluche ponerse inyecciones entre si, por lo que procuro no ver a la sangre directamente a los ojos.
Lejos quedaron ya mis años de poesía forzada y bohemia bien trajeada; hace décadas que en lugar de crecer torcida, solamente intento sobrevivir a la decadencia lo más que pueda.

Exhaló: debra ` - | |

 
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Tendencias: PLEAMAR. Nada ansío de nada, mientras dura el instante de eternidad que es todo, cuando no quiero nada.
Oliverio Girondo
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