A I R L I A

sábado, 9 de febrero de 2008
memoire .
Sentía que me olvidaba algo, asi que volví sobre mis pasos las cuadras hechas, saqué las llaves del bolsillo, y destrabé la reja que separa el mundo real de mi departamento. Atravesando el extremo desorden, llego al centro de la habitación y recuerdo que dejé mi corazón sobre la mesa de luz. Suelo ser descuidada, pensé, pero esta vez me extralimité.
Me acerco a él cautelosa. Puedo imaginar que estará enojado por haberlo abandonado. Sin embargo, está silencioso, y eso, mas que tranquilizarme, me asusta un poco. Lo veo empequeñecido, la cara vuelta a la pared. Lo llamo en voz baja, pero no responde. El temor me paraliza a mitad del cuarto. Ahora puedo oírlo llorar bajito, como un crío. Pasan unos minutos donde nadie dice nada. Luego, gira y me mira directo a los ojos, enfrentándome apesumbrado. Intento expresar una disculpa, pero nada sale de mi boca. Me quedo ahi con cara de idiota, mirando sus ojos hinchados, y mi cabeza vá a toda pastilla tratando de decodificar mis errores, pero hay algo que me impide pensar con claridad. Solamente intentaba dejar de lastimarte, murmuro, con los ojos clavados en la mugre del piso, pero él no contesta. Sigue ahi, inmovil, terriblemente dolido. Vuelve a fijar su vista a la pared, de espaldas a mi. Qué hice, pienso, y principalmente, qué debería hacer. Pasan unos segundos, y luego se ilumina desde adentro, y comienza a hincharse. Cada vez está mas grande, y cae de la mesa de luz con un ruido esponjoso. Dejá de dañarte, le suplico, pero él ya no me escucha. Está decidido a mostrarme que no volverá a mi tan facilmente. Cuando la sangre empieza a saltar de su tejido expandido, comienzo a asustarme. ¡Para!, le grito, ¡estás destruyendo todo!. Gira lentamente y me clava la vista. Ahora sí está enojado, creció tanto que podría destrozarme con solo ponerme su aorta encima. Pensá lo que hacés, le imploro, todavía se pueden cambiar las cosas. Otra vez las lágrimas, su inestabilidad comienza a asustarme, temo que sufra un ataque de un momento a otro. Te necesito, y vos a mi. Las palabras salen con dificultad, pero esta vez se ha decidido a responderme, y su voz suena profunda y cavernosa, como si estuviera dentro de mi cerebro. Luego de decir eso, lentamente se deshincha, inundando todo el cuarto de sangre y lágrimas. Lo levanto con firmeza, y lo introduzco en mi boca. Lo trago dificultosamente, está demasiado reseco. Desde adentro me indica que esta será mi última oportunidad, y yo no lo dudo. No volveré a limpiar toda esa sangre una vez mas.

Exhaló: debra ` - | |

 
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Tendencias: PLEAMAR. Nada ansío de nada, mientras dura el instante de eternidad que es todo, cuando no quiero nada.
Oliverio Girondo
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